domingo, marzo 25, 2012

Lo que escuché ese día fue real y no una fantasía

La semana que termina estuvo marcada por un gran hito para el Heavy Metal. Se cumplieron 30 años desde que La Doncella de Hierro parió a ese hijo endemoniado llamado The Number of the Beast. Un disco que a todas luces es un pilar para la historia del rock en la década de los ochenta.

Recuerdo que por el año 1988 estaba enganchado con el glam metal, eran mis primeros pasos en el mundo del rock, tenía 15 años y  estaba ansioso por escuchar algo más que Bon Jovi, Poison o Guns and Roses. Había escuchado a unos compañeros del liceo hablar de Iron Maiden pero no tenía las más remota idea como era su música, así no más partí a la Feria del Disco, que en ese entonces vendía cassettes, miré todos los discos de la banda que estaban disponibles y sin más le dije a la mina del mesón que me pasara "ese de la carátula negra con el diablo rojo".


Llegué a casa, lo puse en una cassetera doble, comenzó a sonar Invaders y simplemente quedé hipnotizado. No podía creer lo que estaba escuchando, y desde ese minuto tomé de manera definitiva e incondicional este maravilloso camino por el mundo del rock. Desde ese momento Iron Maiden se convirtió en la banda de mi vida, aquella que sigo en las buenas y en las malas, a la que siempre voy a verlos cuando pasan por Chile, con Eddie en la camiseta, la que invariablemente termina estilando en sudor.

Volviendo al disco que nos convoca hoy, a estas alturas podemos asegurar que el heavy metal no habría sido lo mismo si esos 5 músicos no hubiesen hecho semejante placa. Ese año salieron excelentes trabajos de rock como el Screaming for Vengeance de Judas Priest, Creatures of the Nigth de Kiss, Iron Fist de Motorhead, Saints and Sinner de Whitesnake, Resstles and Wild de Accept, Metal on Metal de Anvil, el Live Evil de Black Sabbath, también el Coda, última entrega de Led Zeppelin luego de la muerte de Bonham, entre varios más. La competencia era dura, pero Maiden y en especial Steve Harris, sabía que era la puerta al éxito el que comenzó cuando alcanzaron el primer lugar en los ranking británicos.

The Number of The Beast fue también la presentación del nuevo frontman, Bruce Dickinson, quien a los 23 años tomó el trono luego de la salida en Paul Di´Anno, que no daba el ancho para las nuevas exigencias y objetivos del grupo. El disco salió con todo, la portada fue motivo de polémica al ser catalogada de satánica, las temáticas de las letras llegaron eran analizadas en programas religiosos que llamaban a quemar el LP mientras en las tiendas los fanáticos lo compraban sin miramientos.

8 canciones componen esta maravilla, Invaders, Children of the Damned, The Prisioner, 22 Acacia Avenue, The Number of the Beast, Run to the Hills, Gangland y Hallowed by the Name. Años más tarde incorporaron Total Eclipse como un noveno corte. Hoy por hoy, este puñado de canciones tiene chapa de clásico y al menos 3 de ellas (en negrilla)  son inamovibles en cada presentación del hoy sexteto. Si de mi dependiera también pondría como fija la tremenda 22 Acacia Avenue.

Podría analizar tema por tema, pero ¿Para qué? si cuando un disco cumple 30 años y suena mejor que el primer día es mejor que cada uno le saque el rollo que quiera, que lo disfrutemos a nuestra manera y simplemente sintamos como se hacía heavy metal en aquella época: con corazón, talento y pelotas. Y por que no, con una ayudadita del cola de flecha ;)

UP THE IRONS!






3 comentarios:

Francisco Ugarte dijo...

discazooooo... buena reseña

Francisco Ugarte dijo...

discazoooo... buena reseña... the prisioner con su introducción es otro temazo

Ignacio Paz dijo...

Si wn, la batería es demoledora.