miércoles, marzo 14, 2012

Roger Waters y su opera prima The Wall

Dos semanas han pasado desde que Roger Waters ofreció dos sendos shows en Santiago de Chile, actuaciones que dieron el puntapié inicial a la gira sudamericana y los primeros en ser montados en grandes estadios al aire libre en todo lo que lleva girando por el mundo.
El hombre llegó una semana antes a Santiago para coordinar cada detalle de lo que sería The Wall en vivo. En ese entonces se reunió con importantes locutores y periodistas especializados en rock, con la destacada dirigente estudiantil, Camila Vallejo, con bomberos, la gente de Un Techo para Chile y también con pelafustanes menos importantes como el presidente de nuestro país, Sebastián Piñera. Todo eso en medio de la locura que significa montar El Muro. 

 Waters tiene un discurso social, antisistémico, crítico que a veces puede sonar como cliché, como una pose o palabras maqueteadas, pero sea como sea son ideas que se agradecen por ser contenidos sólidos, atemporales que las sacó a la luz a finales de la década del 70 y que hoy están más vigentes que nunca. La desigualdad, el abuso de poder, la mentira política, la violencia policial al servicio de la elite económica son los conceptos que su música, su rock, su puesta en escena pide un espacio en la ruta para abrir los ojos y la mente de la masa que avanza dominada por el sistema actual.  

El Show

Por esas cosas de la vida las fechas cayeron un fin de semana o sea estaríamos todos esos días en función del recital, y así no más fue. Algunos amigos fueron el viernes y la mayoría estuvimos presentes el día siguiente. Comenzamos temprano con un buen asado y harta cerveza en un departamento cerca del Estadio Nacional para empezar la caminata hacia la catedral del rock unas dos horas antes del show. 

Cuando llegamos el recinto estaba a medio llenar, la entrada fue fluida y entramos tranquilamente a la cancha, quedamos casi al límite del campo con el sector vip así que la vista era ideal. El tiempo pasó rápido cuando se apagaron las luces y comenzó el recital. 

Los primeros minutos con la introducción e In the Flesh fueron apoteósicos. El sonido era perfecto y la puesta en escena ya prometía una noche llena de estímulos. Explosiones, fuegos artificiales, el avión, todo era en grande. Se dio paso a la parafernalia del muro que exhibía sendas imágenes de la película y del escenario. 

Los símbolos y las lecturas que llenaban el recinto eran una especie de enajenamiento colectivo que duró todo el espectáculo. Fue una presentación emotiva por donde se analice. Por un lado escuchar en vivo un disco y una película que uno viene disfrutando desde los 15 años y cada vez con significados diferentes en estos 23 años desde aquella primera vez. Por otra parte, ver que el inglés cada vez que pasa por Chile trae algo mejor. 

En lo estrictamente musical se disfruta de ejecuciones perfectas y melodías que lo pueden llevar a uno hasta las lágrimas. Pero lo que más me gustó fue la capacidad de dejar plasmado un mensaje con contenido. Acá es cuando el rock toma sentido, cuando uno es capaz de reflexionar en torno a lo que el artista exhibe sobre el escenario. Ayuda a comprender y a pensar en las injusticias, en lo fácil que es dejarse llevar por la corriente, a despertar a resistir a levantar la voz y decir ¡Basta! Eso para mi fue lo principal, más allá de espectacularidad de la puesta en escena.


Al final de la presentación, don Roger agradece al país, saca un papel y lee "SEÑOR PRESIDENTE, ESCUCHE A SU PUEBLO". La ovación fue ensordecedora, porque fue capaz de captar el sentir de un país que se ve pisoteado por un grupo de delincuentes de cuello y corbata que dirigen nuestra suerte. Por unos abusadores de poder y por un judío que se victimiza en público pero que ataca a puertas cerradas a todo quien ose manifestar su descontento. 

Días más tarde Roger Waters envío una carta desde Argentina contando lo que sintió cuando visitó a Piñera. Dice que salió en shock, lo encontró un mentiroso...nada que nosotros no sepamos, pero nunca está demás que se divulgue fuera de nuestras fronteras. Todo gracias a un simple recital de rock.

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