martes, abril 24, 2012

Accept y su oda al heavy metal

Ya me había convencido que nunca más tendría un disco de heavy metal en mis manos y con eso me refiero a una placa nueva que suene de verdad heavy, de ese que te deja con dolor de cuello durante días. 

Cuando todo era sólo recuerdos me hice del último disco de Accept, recién salido del horno. El Stalingrad, debutó 80 en el Billboard y ¡cómo no! si es un disco que de entrada te aplasta el cráneo con esas guitarras pesadas y riff llenos de intensión que siempre han caracterizado a la banda. 

Al escucharlo con detención de verdad quedé deslumbrado e inmediatamente recordé que esas sensaciones personales sólo me las generó el Painkiller de Judas Priest, el año 90 y el Accident of Birth de Bruce Dickinson el 97.  

Los tres discos tienen el factor común de sentir que se puede hacer buen heavy metal en tiempos en que el género ya no es negocio. En momentos en que el estilo ya no es popular como antes, en épocas en que incluso las agrupaciones clásicas experimentan con sonidos nuevos. Es ahí cuando aparecen estas obras de arte llenas de genialidad, historia, experiencia y sobre todo con un sonido sincero, de ese que se nota que sale desde el corazón y se pule con el talento.
Once canciones trae el Stalingrad, once cortes que no dan tregua. De partida técnicamente la grabación es de primer nivel, el sonido es impecable y a pesar que la tecnología digital en ocasiones le quita algo de soltura a la música, este trabajo se siente fresco y dinámico, se escucha fácil y gusta inmediatamente. 

Es el segundo disco con el vocalista Mark Tornillo, un gringo que tiene una voz privilegiada. Este tipo alcanza momentos muy similares a lo que nos tenía acostumbrado ese duende llamado UDO, sin embargo los matiza con registros aguardentosos que en ocasiones hasta le dan un toque mas rockero pero que en ningún caso le quita fuerza, al contrario, le da esa línea personal que echa por tierra cualquier dejo de nostalgia respecto a Dirkschneider.

En honor a la verdad debo comentar que la grabación del 2010, Blood of Nation, no lo escuché (aún), pero todos los datos indican que ese disco pavimentó el camino para el trabajo que hoy nos convoca. Arrasó en los ranking, hicieron una buena gira mundial y Tornillo debutó sin el peso que eso significa en una banda con la historia que arrastra Accept.

Al fin y al cabo, ya son 30 años del debut, y 3 décadas viviendo entre el escenario y los estudios de grabación no pueden arrojar otro resultado que un puñado de temas que te agarre a patadas en el culo. Espero verlos pronto por estos lados, ahí estaré rememorando mis años de adolescente cuando mi mundo giraba en torno al metal y dándole las gracias, puño en alto, por mantener flameando la bandera del Heavy Metal.



viernes, abril 20, 2012

Bruce Dickinson - Live Chile 1997 (Full Concert)

Un regalo para el fin de semana. Bruce y Adrian juntos el año 97 en el Velódromo del Estadio Nacional. Una jornada que compartieron con DIO, Scorpions y Jason Bonham.



martes, abril 17, 2012

Viejos cracks y el sonido de la eterna juventud

Me dejé influenciar por un buen amigo cuando me dijo que este disco era una mierda. Por lo general coincidimos en los gustos musicales así que no lo cuestioné mucho, de eso han pasado poco más de dos meses que no volví a pensar en adquirir el último trabajo de Van Halen.

Hace un par de semanas un viejo conocido me dice que la placa estaba increíble y me dio argumentos musicales sólidos. Claro, no reparé que mi otro compadre es de la corriente de Sammy Hagar y difícilmente reconocería algo de Lee Roth, sin más me lo conseguí y me di cuenta que me demoré 60 valiosos días en escuchar este reencuentro de la banda con sus orígenes.

A Different Kind of Truth es el título del trabajo que marca el regreso de Van Halen a las pistas, esta vez encabezado por el carismático David Lee Roth y siempre comandado por el gran Eddie en la guitarra que se juntaron luego de 25 años. La única diferencia con aquellos gloriosos tiempos es que el bajo lo toca Wolfgang Van Halen, pues la bataca sigue siendo acariciada por su tío Alex.

Tattoo es el tema que abre el disco y también el sencillo radial. Un tema simple con pocas pretensiones, pero luego de este se desata la fiesta. El disco toma un camino inesperado, sorprendente. Suena fresco, tiene fuerza y energía como si estuviéramos ante un disco de los años ochenta, con toda esa onda que tan buenos dividendos le entregó a la banda hasta mediados de esa década.

David Lee Roth, al contrario de lo que dictan los años, está cantando muy bien, suena fresco y joven, la guitarra de Eddie continúa con esa magia innata, la batería de Alex marca el groove característico de la banda con ese hi hat a medio abrir que llena cualquier espacio vacío, y el bajo, bueno el bajo lo ejecuta un joven músico que viene de la misma madera, por tanto el resultado no puede ser otro que una perfecta simbiosis.

Sueno a fanático ¿verdad? pero no lo soy, de hecho Van Halen ni siquiera está dentro de mis 5 bandas favoritas más allá que algunos discos de ellos me vuelen la cabeza. Lo que pasa es que no esperaba mucho de este reencuentro. Después de tantos años de dimes y diretes. Luego de ver a David en caída libre, viejo y decadente y mirar como los años pasaban sin que Eddie y Alex lograran reactivar al cuarteto (no cuenta esa mini gira de hace 4 o 5 años) las esperanzas se habían esfumado. Pero de repente deciden juntarse, trabajar y sacar este regalo al mundo del rock.

Bienvenidas son las reuniones cuando son capaces de parir productos como A Different Kind of Truth, 13 temas que no dejarán indiferente a nadie y aunque los fanáticos de Sammy Hagar se nieguen a reconocer que el trabajo es bueno, estoy seguro que cuando anuncien visita por estos lados serán los primeros en comprar sus boletos para estar presentes en esa fiesta del hard rock. Al fin y al cabo como dice mi buen amigo "hagerista": ver a Van Halen en vivo ¡Es un deber!



jueves, abril 12, 2012

Sodom, una noche de mosh interminable.

La noche del 10 de abril nos esperaba con una dosis de Thrash Metal de la vieja escuela. El trío alemán Sodom se presentaría después de un buen rato que no pasaban por estos lados. Para mi era un bonus track en mi carretera musical ya que no los había visto antes.

Fue una de esas jornadas para compartir entre amigotes. Del trabajo nos juntamos en casa de mi amigo Jano junto a Felipe y Manuel, compartimos unas latas, enrollamos algo y al rato emprendimos la caminata en manada hacia el teatro Caupolicán en el barrio de San Diego de Santiago.



Llegando al teatro uno se encuentra con la típica fauna de los recitales thrashers: chascones de jeans ajustados y chaquetas de mezclilla con espalderas bajando unas cajas de vino en las calles aledañas, un buen contingente de pacos y el caos en la entrada donde todos tratan de entrar a empujones. Por cierto la edad promedio del respetable debe andar por los 38, ahí habíamos puros viejos cracks en busca de una banda que empezó a volarnos la cabeza en los años ochenta.

El teatro no estaba lleno, en las galerías penaban las almas pero la cancha se veía compacta. Unos 2500 a 3000 metaleros estaban apiñados esperando la salida de los germanos que sólo bastó que se pusieran a tocar para desatar el infierno.


Hay que decir que el público thrasher es de la puta madre, no hay banda ni concierto de este estilo que no se haya ido con una buena demostración salvajismo de nuestros dignos representantes locales. Dejan la vida en la cancha, derraman sangre en cada mosh y esto lo vi en Sodom, en Kreator en Anthrax, en cualquiera de estos grupos que mantienen viva la llama del verdadero y clásico Thrash Metal.

Mientras la calidad del sonido iba y venía, y el baterista hacía magia para hacer sonar las tapas de olla que la producción le puso de platillos, el set list se desarrollaba entre temas clásicos, otros más nuevos y un buen cover del tema Iron Fist de Motorhead, que debe haber sido uno de los puntos altos junto a Agent Orange, Napalm in the Morning, Fuck the Police y Remember the Fallen.


El show duró una hora y media, sin ningún tipo de parafernalia más que la guitarra, el bajo, la batería y unas cuantas banderas chilenas sobre el escenario. Una típica muestra de metal básico, simple, salvaje. Una jornada apta para compartirla con buenos amigos en torno a unas chelas, buenas tallas y humo santo.





















Set List - Santiago.