
A eso de las 7 de la tarde nos juntamos 4 amigos en casa de uno de ellos para hacer la previa a lo que se venía, unos litros de cerveza y sus dosis de risa en tubo fueron consumidas en una hora para emprender viaje al mítico recinto.
A decir verdad nunca he sido muy fanático de Motorhead pero definitivamente era un espectáculo al que había que asistir, estar frente a una leyenda como Lemmy es un oportunidad irrepetible, sobre todo pensando que años atrás pasó por Santiago sin pena ni gloria en un espectáculo con apenas 300 pelagatos. Pero esta vez fue diferente, unos 5 mil o 6 mil rockeros ávidos de potencia y poder le dieron la bienvenida a las 21 horas del 2 de mayo con la furia y cariño que caracteriza a la fanaticada local.
Dr. Rock, abrió la noche con algunos problemas de sonido, la verdad es que había que ser bien fan del grupo para entender qué estaban tocando pues el alto volumen sumado a la mala acústica del lugar amenazaron los primeros minutos con una masa de ruido, sin embargo poco pareció importar al respetable. Luego del primer combo, vino la patá en la raja con el clásico ‘Stay Clean’que definitivamente puso a la gente a comer en la palma de la mano del legendario Lemmy.
Luego, una dosis de material nuevo, a mi parecer muy bueno, potente, lleno de furia y rocanrol. Canciones del último disco Kiss of Death e Inferno dieron paso a los desempolvados Metropolis y Over The Top. A esa altura daba la impresión de que un papá buena onda estaba dando clases a sus hijos de como comportarse en el mundillo rocanrolero, la lección era simple, júntate con tus amigotes, destapa unas cuantas cervezas y embriágate de rocanrol, y así no mas lo hicimos.
Una vez aprendida la lección, Kilmister con su estampa de rockstar se man
dó quizá la parte más potente del show con una seguidilla impresionante de canciones: One Night Stand, I Got Mine, In The Name Of Tragedy, Sword Of Glory y The Chase Is Better Than The Catch del album clásico Ace Of Spades.
De ahi se vino Rosalie para entrar con toda la violencia de Sacrifice, una oda al exceso de potencia y brutalidad en este género. Ahí, la masa de cabelleras sudadas y enredadas unas con otras se dejaba empujar de lado a lado dando vida al mito que el público mapuche es de verdad el más desordenado y furioso de latinoamerica. Quedó la cagá, sobre todo cuando el maldito Dee se despachó el sólo de batería mas brutal y energético que escuchado en vivo, un derroche de maestría, dominio, fuerza y poder que podría haber disfrutado durante una hora más sin aburrirme un segundo.

¿Pero quien quería descansar? ¡Vamos por más que no nos iremos ni cagando! Se vino el momento suave del espectáculo. Phil Campbell y Mikkey Dee guitarreando un blues cantado aguardentosamente por "don leyenda": Whorehouse Blues. Interpretado en una pose absolutamente despreciable, en el buen sentido de la palabra, abacanada quizá con su cigarro en la mano como si nada mas importara que pegarse una buena bluseada. Notable.