Lo estaba esperando con ansias. Desde que se anunció la segunda parte del Thick as a Brick de manos del incombustible Ian Anderson pensaba cómo sería escuchar la continuación de una historia que comenzó hace 40 años bajo el alero de Jethro Tull, con el riesgo y los resquemores que traen las secuelas de una gran primera parte.
Esta nueva aventura no está a cargo de la banda británica, hoy sale del cerebro de Anderson apoyado por los músicos que lo acompañan desde hace unos años en sus giras en solitario.
El disco lo tengo ya un buen rato y es de aquellos trabajos que definitivamente no entran a la primera, ni a la segunda. No es fácil digerirlo sobretodo porque carga con un pasado demasiado potente para tomarlo a la ligera, por lo mismo, uno tiene que catarlo con paciencia, degustar todos sus matices, aromas y texturas, porque las tiene y muchas.
A estas alturas ya lo escuché y lo recontra escuché y definitivamente es un trabajo que crecerá con méritos propios hasta alcanzar una madurez plena. Está lleno de "música bonita", de aquella que tiene la mano especial de Mr. Anderson. Es cierto que uno esperaría esos toques que le ponen sus compañeros de Jethro, esa cosa que a veces raya en lo heavy metal, en el golpe áspero finamente mezclado con la pausa, el matiz y la elegancia, sin embargo la banda que hoy lo acompaña hace un trabajo fenomenal.