sábado, junio 05, 2010

AC/DC Un Tren con destino al infierno

Corrían las primeras horas del 29 de noviembre del 2009 y Santiago, capital de Chile, comenzaba a perderse de mi vista cuando el vuelo LAN tomó curso con destino a Buenos Aires, Argentina, ciudad que se convertiría durante esa semana en la capital latinoamericana del Rock And Roll.

Por esos días AC/DC, realizaba una serie de presentaciones por este lado del continente y lamentablemente no existía posibilidad alguna que tocaran en Chile debido a que el Estadio Nacional, único recinto capaz de albergar semejante espectáculo, se encontraba cerrado por reparaciones, así que hicimos maletas y partimos con un grupo de amigos y nuestras chicas a pasar una semana en el gran Buenos Aires.

Los primeros días trancurrieron entre paseos por la ciudad, los barrios porteños, litros de Quilmes y bifes chorizo, especialidad culinaria de los argentinos en materia de carnes, pero siempre con la mira puesta en el 2 de diciembre, día en que el estadio de River Plate alojaría la primera de las 3 presentaciones que AC/DC sostendría en Argentina esa semana y fecha que estaba estampada en nuestros boletos adquiridos meses antes desde Chile.

Para todo el grupo de amigos era una jornada especial, ninguno pudimos ver a la banda 13 años antes en Santiago y todos somos fanáticos del cuarteto. Las canciones de AC/DC han hecho historia en nuestras vidas durante más de 20 años en esta carretera llamada Rock and Roll y esta era la oportunidad de coronar un camino lleno de satisfacciones y agradecerles personalmente a los australianos los buenos momentos vividos bajo las notas de sus canciones.

El tren rockero

Así llegó el gran día, aquel miércoles el cielo estaba despejado y cerca de las 13 horas ya estábamos compartiéndo algunas cervezas en un departamento de San Telmo antes de partir al Monumental, algunos discos de la banda sonaban en el Ipod y la ansiedad se hacía sentir a medida que pasaban los minutos. Terminamos el último litro y tomamos rumbo hacia el antiguo subterraneo que cruza la ciudad hasta el barrio Nuñez que luce imponente el estadio donde hace de local el equipo de la franja roja.


La fila avanzó rápido, el tránsito era expedito, los controles funcionaban a la perfección y de un momento a otro estabamos dentro del estadio, unas vueltas por el sector de los recuerdos, un par de fotos y enfilamos por el túnel que lleva a la cancha. El corazón se aceleraba, el escenario comenzaba a aparecer imponente frente a nosotros y ya sentiamos que nos subíamos al Rock and Roll Train. Miles de kilómetros recorridos, meses preparando el viaje y mucho tiempo pensando en ese momento glorioso...caminamos hacia el escenario, aún era temprano, logramos una ubicación privilegiada a metros de los músicos. Sólo bastaba dejar pasar las horas disfrutando de la variada fauna rockera y de las bandas teloneras con dispar suerte cada una de ellas.

Deja que haya Rock

El recital estaba previsto para las 21 horas y los 15 minutos anteriores se hicieron eternos, el calor de la fanaticaba hacía del estadio una verdadera hoguera que emergía desde el mismo infierno para recibir a la banda de Rock and Roll en actividad más grande del mundo, banderas de varios países latinoamericanos se dejaban ver: paraguay, brasil, chile, argentina, uno que otro emblema de equipos de futbol eran lucidos con orgullos por los seguidores que esa noche se hermanaban al son del hard rock de los hermanos Young. Las luces se apagaron y comenzó el viaje en el tren sin frenos que llevaba a 50 mil hinchas directo a una masacre neuronal, bastaron esos 4 minutos de introducción para echar el estadio abajo y vitorear la aparición de los músicos que abrian fuegos con el single Rock and Roll Train que da inicio a la última producción Black Ice.

De ahí en más fue una seguidilla de emociones y desenfreno musical, que matizó con Hell Ain’t a Bad Place to Be y luego remató con la clásica de todos los tiempos: Back in Black, que literalmente fue una patada en las bolas, coreada a todo pulmón y que de seguro se escuchó más allá de las fronteras del Gran Buenos Aires.








Luego vino el momento de disfrutar de unos de los buenos temas del último disco, Big Jack, un típico corte ganchero y cantable, que dio paso a la incomparable Dirty Deeds Done Dirt Cheap, para mi uno de lo puntos altos de la jornada, como no, si es el tema que da nombre a una de las placas más notables de la banda, que inmediatamente se saltó al año 79 con el corte Shot Down In Flames, del Highway to Hell. En ese momento la devoción por ICIDICI era total e incontrolada, las emociones desbordaban cada rincón del estadio y los músicos disfrutaban del afecto y fanatismo que sólo el público latinoamericano puede entregar y que no era más que un acto de agradecimiento a los casi 40 años de puro y genuino rock que la banda le ha entregado al mundo.






Thunderstruck dió la partida a lo que llamaría la segunda parte del recital ¿qué podemos agregar de los resultados de ese temón? simplemente el desorden continúo su línea, en ese momento Angus Young ya se había echado a la fanaticada dentro de su bolso escolar y hacía lo que quería mientras Phil Rudd le daba como bestia a los tarros marcando el pulso de esa máquina recién aceitada, empujado hasta las puertas del averno por Cliff Williams que no cesaba de pulsar las 4 cuerdas. Luego Brian presentó Black Ice, que si bien es un buen tema, fue escuchado más que vacilado y sirvió para dar pie a la cachonda y siempre esperada The Jack, aquella que llena de sensualidad callejera cada recital de la banda y muestra un desfile de chicas guapas en las pantallas gigantes del escenario, en esa que Angus hace su clásico desnudo y se confirma por entretenidos 10 minutos ese amorío fiel entre la agrupación y la banda.










Las luces se apagaron, hubo un breve silencio y comenzó a bajar la gran campana del infierno, Johnson se cuelga de la cadena y la toca una y otra vez invocando al diablo para dar paso al delirio mental de Hells Bells, otro clásico de aquellos inmortales, imperecederos, atemporales, miles de cachos diabólicos se encendieron al son de las notas malévolas del tema que abre la aquella placa del 1980. Asi seguimos en la misma línea con Shoot to Thrill, y luego un salto de 29 años para encender la War Machine, y volver a los setenta con Dog Eat Dog.




Clásicos y despedida

De acá en más el recital entró en tierra derecha con una sobrecarga de clásicos que sólo llevaron a reventar tímpanos, desordenar a la masa, encender emociones y desgarrar gargantas. You Shook Me All Night Long, fue un vacilón de principio a fin, que personalmente lo coquetié integramente con mi chica, en una mancomunión sexy - rock, que sin dar tregua nos atacaron con una sobredosis de dinamita al ritmo de TNT, quizá el tema más esperado por la mayoria de los fans.






Whole Lotta Rosie, fue para mi EL corte de la noche, que además se encumbra como mi canción favorita en el largo listado de exitos de AC/DC, un oda a esa gorda maravillosa que hizo feliz a parte de la banda en la década de los 70 con sendos favores sexuales y que se mostraba a latinoamerica montada en la locomotora desde un escenario que dejaba ver sus enormes atributos y su actitud caliente frente a la vida. Un desenfreno total.

Foto: Pablo Chacón.
Luego el show de las 6 cuerdas con Let There Be Rock, en que AngusYoung nos ofrece ese riff demoledor, esas tres notas que rompen craneos durante 10 minutos, apoyados notablemente por la fuerza de Malcom, siempre estoico, sólido y prendido dejando en llamas un escenario lleno de papel picado, fiesta, alegría, fuerza, poder y deseos de más, mucho más. Las luces se apagan.


Foto: Pablo Chacón.
El estadio estaba a oscuras y la fanaticaba cantaba, OLE OLE OLE OLA CADA DÍA TE QUIERO MÀS, SOY AC/DC ES UN SENTIMIENTO, ES UNA PASIÓN, nadie estaba dispuesto a abandonar el recinto y el quinteto lo sabía y así lo tenía resuelto al contraatacar con Highway To Hell, esa carretera al infierno que habíamos comenzado a recorrer hace meses y que estaba llegando a su final de manera gloriosa y majestuosa con el saludo que los australianos rinden tributo a sus fans: For Those About To Rock (We Salute You), los cañones salen a escena y se vienen los últimos 6 minutos de emoción, del más puro, genuino y honesto rock and roll. Un viaje de dos horas intensas sobre una locomotora fuera de control, sin frenos que llegaba a la estación Nuñez para dejar los corazones llenos, las neuronas revolucionadas y el recuerdo de haber vivido la experiencia en vivo más espectacular, grandelocuente y honesta desde que empecé a ir a recitales en un ya lejano año 1990. Buenos Aires fue la capital latinoamericana del rock durante una semana, ahora espero que AC/DC regrese a estas tierras y en Chile tengamos un recinto para recibir el show en vivo más espectacular del último tiempo.